Un año de dolor, de indignación, de resistencia y solidaridad: Paraguay late en Marinakue
Al recordar el primer aniversario de la masacre, cuando asesinaron a 11 campesinos que procuraban tierra para sembrar y sobrevivir, y con ellos, a 6 policías cumpliendo una orden de acompañar el desalojo, nos embarga el dolor y la indignación, que encuentran su antídoto más efectivo en la resistencia contra la usurpación y la solidaridad palpable del pueblo consciente.
Paraguay late en Marinakue como una metáfora cruel que desangra desde las páginas de nuestra historia contemporánea. Allí palpita la ambición de los poderosos y la pasión de los desposeídos, en un engranaje que retuerce la Justicia a favor de los poderes fácticos.
El 15 de junio de 2012 se llevó el drama de la lucha por la tierra hasta la tragedia de morir por ella. Marinakue fue el escenario de esta representación que autores intelectuales nunca señalados hoy están celebrando, desde las poltronas del poder. El pueblo sabe quiénes son, pero la Justicia es cómplice.
Las reivindicaciones de los familiares de las víctimas y los sobrevivientes giran en torno a: 1) la inmediata libertad de las presas y los presos políticos de Curuguaty y la desestimación de la causa; 2) la recuperación de las tierras de Marinakue y su entrega a las comunidades afectadas por la masacre, verdaderos sujetos de la Reforma Agraria; 3) la indemnización a víctimas, familiares y sobrevivientes de la tragedia; y 4) justicia y esclarecimiento de este hecho, así como del asesinato de Vidal Vega, mediante una investigación eficiente, seria e imparcial.
Desde la Conamuri, manifestamos que el acceso a la tierra debe ser declarado un derecho humano imprescriptible para las comunidades indígenas y campesinas. Ser “sintierra” actualmente es un calificativo que abarca a familias enteras, poblaciones enteras que sufren la expulsión de sus territorios ante el avance inmisericorde de los agronegocios y acaparadores de tierra. Ser “sintierra” también cabe a las mujeres, ya que no existen políticas desde el Estado que les garanticen el acceso a este componente más que imprescindible para la supervivencia.
En ese sentido, miles de mujeres sin rostro están merced al problema, siendo ellas las que producen la mitad de los alimentos que se consumen en el país. ¿Cómo sostener la producción de alimentos sanos desde la agricultura campesina e indígena si no se tiene cómo cultivar? Por eso hubo mujeres valientes que ocuparon Marinakue al igual que los hombres, a sabiendas y convencidas de que los usurpadores eran otros (son otros).
Nos adherimos a la propuesta de que la reivindicación de los derechos campesinos e indígenas de acceso a la tierra debe tener una fecha de conmemoración en el calendario de las luchas populares: recordemos el 15 de junio de cada año, bajo el episodio de Marinakue, a todos los caídos en esta contienda contra los verdaderos invasores: los grandes terratenientes y las corporaciones que codician nuestros bienes naturales.
Un día nacional de lucha por la tierra para reflexionar sobre qué provocó que en las ciudades existan campesinos e indígenas engrosando los cinturones de pobreza, totalmente golpeados en sus derechos humanos básicos.
Un día de repudio generalizado a las instituciones del Estado, en el nombre de los tres Poderes, que son un mecanismo de protección de los ricos contra los pobres y que legitiman el despojo a través de normativas que criminalizan la lucha por la tierra.
Un día de acción y de movilizaciones en todo el país, desde los movimientos sociales y desde el pueblo, para demandar ¡Justicia!, para exigir ¡Tierra! y para exclamar ¡Libertad!
¡Justicia para Marinakue, pueblo mba’e!
¡Cárcel a los ladrones de la tierra y verdaderos culpables!
¡Por nuestros muertos, ni un minuto de silencio! ¡Toda una vida de lucha!