«Que a las mujeres se nos recuerde por nuestra lucha»
Con el objetivo de conocer más acerca de las organizaciones campesinas que trabajan por la igualdad y los derechos de las mujeres, invitamos a una entrevista colectiva el 12 de septiembre del año 2002 en el Centro de Documentación y Estudios (CDE) a integrantes de la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Conamuri).
Asistieron a ella Ceferina Guerrero, Magui Balbuena, Julia Franco y Ramona Benítez, quienes compartieron con nosotras la historia de Conamuri, además de las vivencias acumuladas durante años de liderazgo y trabajo en organizaciones comunitarias, campesinas e indígenas.
Iniciamos la charla preguntando a las entrevistadas sus roles y cargos en los distintos espacios donde participan. Maguiorina Balbuena (Magui), de Caaguazú, es una de las principales líderes campesinas del país; se inició en la Juventud Agraria Católica, es dirigente del Movimiento Campesino Paraguayo (MCP) donde integra la Mesa Coordinadora Nacional como secretaria de actas y relaciones, además es fundadora de la Coordinación de Mujeres Campesinas (CMC) y una de las líderes de la agrupación de izquierda Convergencia Popular Socialista. Ramona Benítez pertenece a la Asociación de Productores de Santa Librada (Aprosal) de Horqueta (Concepción). Ceferina Guerrero, oriunda de Caaguazú, es promotora de salud en la organización Tesãi Reka Paraguay (TRT) desde hace seis años, además es síndica de la organización Promoción Campesina Integral; Julia Franco es de Itapúa e integra el Movimiento Campesino Paraguayo (MCP) desde marzo de este año; allí participa en el equipo provisorio nacional de la CMC y también es secretaria de educación de la Coordinación de Mujeres Rurales e Indígenas de Itapúa (Comuri), organización departamental integrante de la Conamuri.
Con respecto a sus cargos en Conamuri, Magui es coordinadora de la Secretaría de Relaciones, Ramona forma parte de la Secretaría de Organización, Ceferina es coordinadora de la Secretaría de Finanzas y Julia es coordinadora de la Secretaría de Organización.
Urgencias iniciales, impulso para la participación
Julia, con la experiencia de haber integrado organizaciones de mujeres desde el principio de su trabajo social, dice que las ganas de coordinar actividades con las mujeres surgieron al ver que los compañeros organizados tenían grandes posibilidades de gestionar proyectos y encontrar soluciones. Múltiples problemas las impulsaron a organizarse, desde las limitaciones de sus hijos/as en la escuela, hasta el uso frecuente de venenos por parte de agricultores.
«La mayoría de las veces las mujeres están solamente en sus casas, y muchos comités surgen de las necesidades que existen, que se ven: criaturas enfermas, comenzó la crisis, etc. Pensamos entre nosotras qué es lo que podíamos hacer. Se promocionaban algunas capacitaciones y se nota que si estoy en mi casa sola, nadie me iba a invitar para las capacitaciones o para alguna reunión que se realizase, no se le va a invitar a una mujer que no está organizada».
«En mi comunidad específicamente, las mujeres empezamos a organizamos a partir de nuestras necesidades. Vimos que había muchas criaturas con problemas en la escuela, que se quedaban dormidas por falta de ganas y de alimento. A partir de esa situación, cuando nos encontrábamos en las reuniones de la escuela, las madres nos preguntamos qué podíamos hacer juntas. Como no estábamos en una organización grande y nadie nos apoyaba económicamente, hacíamos lo que estaba a nuestro alcance. Analizamos cuáles eran los problemas más urgentes y lo primero que vimos fue que muchos niños tenían frío. Entonces pensamos con qué recursos contábamos, si había alguna que supiese tejer las frazadas, si teníamos la materia prima y si efectivamente podríamos hacerlo».
El primer paso hacia Conamuri
Cuando recuerdan los inicios de Conamuri, todas coinciden en la importancia coyuntural del encuentro «Día Mundial de la Mujer Rural” realizado en octubre de 1999 en la quinta Ycuá Satí, con el lema «Oñondive ñahenonde’a mboriahu ha ñemboyke» (Juntas contra la pobreza y la discriminación). Allí, alrededor de 300 mujeres campesinas e indígenas discutieron y analizaron su problemática; gracias a la convocatoria realizada por Base Educativa y Comunitaria de Apoyo (Base Ecta), el Centro de Educación, Capacitación y Tecnología Campesina (CECTEC), el Servicio de Formación y Estudios de la Mujer (SEFEM ), el Centro de Capacitación de Desarrollo Agrícola (CCDA), el Servicio Agrario de Tecnología y Organización Campesina (SATOC) y el Servicio Ecuménico de Promoción Alternativa (SEPA), con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP).
En su declaración política, las participantes ya nombraban las principales demandas al gobierno: especial atención a los pedidos de mujeres campesinas organizadas y atención a las urgencias de las diferentes etnias indígenas que aún quedan en nuestro país; promulgación de una ley de reconocimiento de las mujeres campesinas como trabajadoras rurales; no a las privatizaciones; cumplimiento y aplicación de las leyes que promulgan la igualdad de oportunidades para las mujeres, entre otras exigencias.
Julia explica: «… por ese lado empezamos a organizamos, primero a partir de la necesidad que teníamos en nuestra familia, después vimos que es importante participar. Luego, a partir del encuentro de Ykuá Satí ya nos dimos cuenta de que las mujeres no sólo necesitan capacitarse; además, necesitan participar, deben tener más formación política para seguir avanzando, para que puedan influir en los espacios públicos como las municipalidades, para que puedan gestionar algunas de sus necesidades, ya que cada día hay necesidad de que las mujeres se capaciten más y que pongan en práctica lo aprendido».
Magui Balbuena, por su parte, resalta en el proceso de consolidación de las organizaciones de mujeres trabajadoras una experiencia anterior y pionera: la formación de la Coordinadora de Mujeres Campesinas, órgano del Movimiento Campesino Paraguayo (MCP). Ella es la única mujer fundadora del MCP y formó parte de la dirección prácticamente desde los inicios del movimiento en 1980. «Y luego, después de cuatro años y medio más o menos de la fundación del movimiento, nos dimos cuenta que ya estábamos por lo menos dos a tres compañeras. Vimos que había una escasa participación de las mujeres dentro del MCP, que era casi inexistente esa participación y que no eran muchos los que se acordaban de ellas tampoco.
Entonces, por ese lado se inició el planteamiento, el cuestionamiento en la dirección nacional del movimiento acerca de la participación de las mujeres». El 17 de noviembre de 1985 se funda la Coordinación de Mujeres Campesinas (CMC), como parte del MCP, con tres consignas iniciales: la lucha por la igualdad de las mujeres en la sociedad; luchar por los derechos de la niñez, muy reprimida y discriminada en la sociedad, y luchar por una gran organización nacional de mujeres trabajadoras.
Hoy en día este objetivo, luego de muchos años, se ha cumplido con la fundación de Conamuri.
«Nosotras podemos también»
Las que incentivaron el entusiasmo de las demás mujeres de sus comunidades, identifican como principal inconveniente para la organización la falta de autoestima de las mujeres en el campo. Los roles tradicionales marcados a fuego generación tras generación, y la total falta de oportunidades para capacitarse más allá de sus hogares, hacen difícil el proceso de emancipación hacia otras alternativas de incidencia.
Ceferina cuenta: «Y así, mientras íbamos construyendo la coordinación, en nuestra organización ya les decía yo quiénes somos las mujeres. Nosotras no somos para estar junto al fuego solamente, que no sólo servimos para ser esposas, que valemos para muchas cosas igual que los hombres. Y muy rápidamente las mujeres avanzaron; y yo salgo a visitar los diferentes comités, no soy haragana desde luego, aunque tenga que pasar por dificultades que se presentan en el campo, como caminar lejos, pasar hambre, cansancio, sed y tormentas».
Ramona cree profundamente en la fuerza de sus organizaciones. «Lo que yo quiero es que a nosotras las mujeres se nos recuerde aunque sea después de morir, me gustaría escuchar en la radio nuestra participación, que digan «ella hizo tal lucha» porque nosotros los campesinos después de morir nomás somos gran cosa, y así seguimos nosotros…»
La lucha interna El desafío principal de las integrantes de Conamuri es tener un espacio real y un trato igualitario para las mujeres dentro de las mismas organizaciones mixtas. La discriminación hacia las mujeres se da al interior de sus mismas organizaciones, ellas relatan muchas anécdotas sobre luchas de poder con los compañeros —todas muy similares— y los aprendizajes que ayudan a entender las sutilezas de la discriminación de género.
Ceferina dice: «Cualquier comisión que se forma se llena de hombres y después para trabajar se les pone a las mujeres, como para recaudar fondos, por ejemplo. Pero ahora ya no debe ser así, y esto aprendimos en Conamuri. Otra cosa que queremos aclarar es que la orientación que recibimos desde Conamuri no es para levantarnos contra los hombres, eso nunca. Sólo que ya no queremos quedarnos atrás, queremos pararnos al lado de ellos».
Ramona afirma: «Nosotras le afianzamos a las mujeres como dijeron las compañeras, no vale la pena repetirlo, pero hubo varios compañeros que nos maltrataron un poco dos meses después de comenzar el trabajo. Nos mandaron llamar a un lugar llamado 16… y allí también una mujer nos maltrató mucho porque no querían que formemos nuestra organización de mujeres a nivel departamental. A mí me presionaron ellos, entonces les djje que nos den la oportunidad de hacer una reunión solamente como mujeres…».
La resistencia es mayor cuando se trata de ceder el poder y los espacios de liderazgo político. Magui Balbuena recupera entre sus recuerdos del MCP el momento en que plantearon la necesidad de contar con una organización exclusiva de mujeres. «Se utilizó un método así muy diplomático porque los varones no querían saber nada de las mujeres. Me acuerdo que una compañera (no sé de dónde era) que estuvo en la asamblea se levantó y habló allí sobre un tema y dijo un hombre » lo que dicen las mujeres no vale aquí, que se calle esa mujer que está hablando, salió diciendo alguien». Esto hoy todavía sucede y se puede ver durante los discursos en las grandes movilizaciones campesinas y sociales.
«Para los discursos no se le da oportunidad a las mujeres, eso fue cuando estuvimos en esa marcha grande convocada por el Congreso Popular. Allí estaba ya Conamuri junto con MCNOC y las organizaciones sindicales. … la mujer puede trabajar y estar en el espacio organizativo, pero en el espacio político le ponen barreras», reflexiona Magui. Creen que los hombres no comprenden bien lo que significa «igualdad de género» y que además, temen la pérdida de privilegios. Por esto es imprescindible el trabajo que realizan las integrantes de Conamuri también al interior de sus organizaciones de base.
El proceso de intervención de las mujeres campesinas e indígenas en diferentes espacios de participación, con muchas dificultades y barreras, tiene como resultado su actual y progresivo protagonismo en la sociedad.
©Verónica Villalba/Ofelia Martínez/Carolina Thiede