La economía feminista debe tener apoyo y no discursos oficiales en contra
Para las mujeres campesinas, indígenas y del sector popular, las ferias permanentes de productos agrícolas, de artesanía, las iniciativas de emprendimientos colectivos, son espacios autogestionados por ellas mismas que tienen una gran significancia por los ingresos económicos que les generan.
Esto es un estímulo hacia el empoderamiento, ya que tiende a superar la violencia económica que muchas sufren en manos de sus parejas varones.
Politizar estas actividades forma parte de la economía feminista solidaria, al igual que el trueque, las mingas, las acciones que realizan en los comités de productoras que se desarrollan por ayuda mutua en las comunidades, el intercambio de saberes, la colecta de semillas y la cosecha, las ferias de comidas para recaudación de fondos. Todas estas acciones tienden a fortalecer la voluntad de independencia de las mujeres, lo cual es un elemento fundamental del sistema agroecológico.
El discurso que se instala con estas acciones hace temblar a las corporaciones que monopolizan la producción de alimentos y por esa razón, el poderoso lobby que les acompaña está ocupándose, al interior de los organismos internacionales, de promover un paternalismo retrógrado que acude a su auxilio con un argumento falaz y fallido.
Estas nuevas directrices se canalizan a través de las instituciones del Estado. Consideramos que es un retroceso porque nos alejan de otras mujeres con quienes compartimos intereses comunes y con las que es posible sumar fuerzas para la movilización que apunte hacia el cambio social.
Las mujeres logran ingresos y recursos financieros a través de emprendimientos, manualidades, artesanía, venta de productos agrícolas en las ferias o los espacios de mercado justo, pero estos organismos los consideran una sobrecarga de trabajo que va en perjuicio de las propias mujeres. Creemos que esto no es así. Las mujeres tenemos la necesidad de politizar nuestras acciones para que se visibilicen los aportes en el hogar.
Históricamente, la agricultura nació en mano de las mujeres, pero con el correr de los tiempos se masculinizó, y con eso se relegó a segundo plano el papel de las mujeres, reduciéndola al ámbito privado y a los cuidados del hogar. Ya es tiempo de recuperar nuestro papel en la historia de la humanidad.