Escuela de Agroecología de Conamuri: al rescate de saberes para frenar el desarraigo
La agroecología es, en esencia, un modo de vida que rescata prácticas y técnicas desarrolladas por los pueblos indígenas y campesinos en su relación con la naturaleza para la producción de alimentos y el cuidado del suelo. La Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri, fundada en 1999, es pionera en nuestro país en la lucha por la agroecología y, en ese sentido, entre las acciones que desarrolla en el marco de sus luchas sociales, se encuentra la Escuela de Agroecología que llevan adelante en el marco de la promoción de la Soberanía Alimentaria, ideal de los pueblos que establece el derecho de definir sus propias políticas agrarias y alimentarias frente a terceros países. La coordinadora nacional, Alicia Amarilla, nos habla más al respecto.
¿Qué es la Escuela de Agroecología de Conamuri?
La Escuela de Agroecología surge de la Campaña por la Soberanía Alimentaria que empezó en el año 2009. En Conamuri asumimos este camino partiendo de la publicación de dos cartillas históricas, una sobre la importancia de las semillas nativas y criollas y otra sobre «Semilla Róga», el espacio donde hacemos la conservación y multiplicación de las semillas. En ambos materiales planteábamos las luchas que hasta hoy identifican a nuestra organización, el rescate de saberes ancestrales y el conocimiento empírico sobre las plantas medicinales, el cuidado del suelo, la producción sin agroquímicos y con enfoque agroecológico. El lema que resumía esas acciones era Ñañemitỹ oĩ haguã tekokatu.
Ya en el año 2006 empezamos con un primer grupo de vocería de jóvenes, que eran quienes promovían la Campaña en sus comunidades. Esto continuó hasta 2010, cuando se fundó «Semilla Róga» en Santory, Repatriación (Caaguazú). Desde ahí comenzamos a construir el proceso de la Escuela, fortaleciendo la formación teórica y práctica, construyendo la metodología del proceso pedagógico, mientras trabajábamos también en un proyecto de ley de defensa del maíz criollo y otro sobre semillas nativas. Años de ricos debates dieron como resultado la creación de la Escuela de Agroecología en el local de «Semilla Róga».
En cuanto a la organización de la Escuela, aplicamos el método de la educación popular y tenemos muy presente la mística propia de nuestro movimiento social; partimos de la realidad de cada región para generar el debate del que saldrán los conocimientos colectivos. Es importante que las mujeres politicen su trabajo para construir la base fundamental de la lucha contra el patriarcado a partir del conocimiento sobre medicina natural, la elaboración de alimentos típicos, la artesanía, el tejido, lo que se aprende en la universidad de la vida. Por esa razón, hacemos hincapié en los temas transversales como la igualdad de género y la comunicación popular. La temática que desarrollamos tiene que ver con la capacitación técnico-científica en cuanto a la biodiversidad, asociación de cultivos, tipos de suelo, etc., pero también abordamos la formación política con temas como el feminismo campesino y popular y otros.
¿Por qué es importante que la juventud campesina aprenda agroecología?
La Escuela está dirigida a hijas e hijos de familias campesinas e indígenas que son integrantes de Conamuri, allí se forman en saberes técnicos, científicos, y saberes rescatados del pueblo, los saberes ancestrales y el arandu ka’aty. Para valorar el trabajo de las mujeres en la agricultura campesina e indígena, ese trabajo que es invisibilizado, que en el proceso de producción en gran porcentaje corresponde a la mujer, la recuperación y conservación de las semillas, los saberes prácticos aplicados en la producción, los ciclos lunares, qué plantas cosechar o no según las observaciones de la luna o las estaciones, eso se aprende en la Escuela. La Agroecología es más que nada saber observar, uno tras otro surgen los experimentos, no hay fórmulas concretas, se hace asociación de ideas, se procede de acuerdo al tipo de suelo. La agroecología enseña a plantar abono verde y a recuperar el suelo.
Son técnicas rescatadas de la historia de la agricultura campesina e indígena que la juventud de hoy ya no conoce, entonces lo que hace la Escuela es afianzar estos procesos de rescate, promover la relación amigable con la naturaleza, el amor a la tierra, a la identidad campesina e indígena y la producción de alimentos saludables. Los jóvenes, varones y mujeres, llevan esas técnicas y prácticas a su finca para posicionarse por el arraigo, la identidad con el territorio y la cultura y, sobre todo, para producir sin uso de agroquímicos. Este es el trabajo minucioso que hace la Escuela, producir y comercializar con enfoque agroecológico y desde la economía solidaria y evitar el desarraigo de la juventud. Este logro se refleja en al menos tres o cuatro familias cada año y es una conquista del campesinado frente al modelo agroexportador que expulsa y despoja a las comunidades rurales. Es fundamental que las familias campesinas e indígenas continúen en su territorio porque de lo contrario están destinados a la desaparición.
En el marco de la pandemia no podemos hacer los encuentros mensuales de la Escuela de Agroecología, entonces implementamos los videos cortos que les hacemos llegar por WhatsApp a seis comunidades este año, y también compartimos en las redes sociales. Allí abordamos diferentes contenidos que son propios de las clases prácticas de la Escuela, cómo preparar almácigo, cómo hacer cobertura vegetal, asociación de cultivos, siembra en almácigo, elaboración de compostera, preparar biofertilizante casero, rotación de cultivos, la importancia de la huerta en la finca familiar, entre otros.
A propósito de la pandemia, ¿por qué considera que aumentó el interés de tener una huerta en casa estos últimos meses?
En este tiempo de vivir en modo Covid-19, el único sector que parece no haber disminuido sus funciones es la agricultura. Celebramos desde Conamuri, una organización de mujeres campesinas e indígenas, que mucha gente esté procurando tener sus huertas en algún rincón de su patio, trabajar y recuperar la tierra para producir sus propios alimentos en medio de la crisis global. Con esta situación hay una feroz especulación económica, aumentó bastante el costo de la canasta familiar básica y de alguna forma se instaló en la población urbana la idea de que consumir productos transgénicos hace daño a la salud. La gente busca alimentos sanos y para nosotras esta es una reacción a la crisis que estamos viviendo. En vez de comprar hortalizas con agrotóxicos o alimentos ultra procesados, la gente se está volcando a la recuperación de saberes sobre producción, que de alguna forma todos los paraguayos y las paraguayas tenemos por nuestro origen rural en gran mayoría. En el campo, la gente se inclina por la producción comunitaria porque las familias crecen y la tierra escasea. Ahora también hay un gran flujo de migrantes que están retornando de a poco, no fueron sujetos de derechos en el extranjero por su condición de indocumentados y vuelven en extrema pobreza, lo poco que tienen de tierra la destinan a crear una huerta. Por eso, la costumbre de cultivar la tierra no se perdió en Paraguay, son formas de producir que aprendimos en la niñez, ahora se pone en práctica para contar con algo qué comer.