Comités campesinos logran recuperar y multiplicar una variedad de soja ya extinta en Paraguay
Con la intromisión del capitalismo en el campo, la soja en su variedad transgénica se ha convertido en el símbolo del agronegocio en la región y razón principal de la criminalización del campesinado y de las comunidades indígenas en todas sus formas.
Esa soja que es un organismo genéticamente modificado para aumentar el lucro de las compañías transnacionales, depende de la aplicación de un producto agrotóxico muy dañino, como es el glifosato, que ocasiona graves perjuicios a los bienes comunes y las familias campesinas que deben sufrirlo.
No ocurre lo mismo cuando se trata de una variedad orgánica de soja. Tanto la proteína como el aceite que se obtienen de esta semilla tienen una gran demanda debido a sus diversos usos potenciales para la alimentación humana y de las demás especies animales. Esta legumbre en su forma orgánica está siendo rescatada y cuidada por las familias productoras dedicadas a la agricultura campesina.
Fue en la Escuela de Semillas de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo CLOC-Vía Campesina, que se realizó en la localidad de Santa Catarina (Paraná, Brasil) el año 2014, y a partir de un intercambio de experiencias realizado entre los movimientos campesinos presentes, que el productor y técnico agroecólogo Pedro Vega trajo al país 3 kilos de la variedad de soja orgánica conocida como Bras 270 y comenzó a distribuirla entre las familias de los comités de Edelira e Itapúa Poty, en el departamento de Itapúa.
Se ha logrado cosechar primeramente 65 kilos que fueron repartidos entre cinco familias para su conservación y multiplicación en sus fincas. Es una variedad totalmente criolla, mejorada por los compañeros del Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA) de Brasil y ahora está en manos de tres comités de productoras y productores vinculados a la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri: Oñoirũ, Oñondive y 3 De Febrero.
“Cosechamos en las fincas con trabajo colectivo”, explicó Pedro. “La asociamos con la yerba mate y también con otras especies como el maíz, frutales como el mamón y plantas nativas”. El cultivo asociado permite que haya mayor diversidad para los insectos y esto los distrae generando así una estrategia para facilitar el control sobre ellos.
En junio del año 2016 los comités responsables de esta plantación empezaron a comercializarla. El Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencia (Cipae) adquirió 100 kilos para ser distribuidos a familias de Benjamín Aceval (departamento de Pdte. Hayes, Chaco) que en ese tiempo sufrían una fuerte sequía.
Adriana isasi
31 de marzo de 2017 @ 11:30 am
Que noticia tan alentadora! FUERZA A TODOS y adelante con este excelente trabajo!
Luis
7 de abril de 2017 @ 11:39 am
Me entusiasma el trabajo de los compañeros para recuperar los bancos genéticos no modificados genéticamente.
Saludos