Enero, 2018
El mes de enero ha dejado en Paraguay situaciones graves relacionadas al clima, el incremento de la violencia –como los 5 casos de feminicidio registrados o el descubrimiento del cadáver de Abraham Fehr; el entierro de un feto frente al Parlamento que muriera en el vientre de una mujer indígena desposeída como desgarrador testimonio de la desidia estatal–; la corrupción develada a través de miles de audios filtrados y la incertidumbre de si esos hechos delictivos supuestamente cometidos por funcionarios públicos y altas autoridades nacionales tendrán repercusiones legales o se allanará el camino hacia la impunidad. En época de inminentes elecciones generales, todo puede ocurrir. Vale mencionar que la difusión de esos audios, más allá de su validez legal, lo que hace es demostrar cuánta razón tenemos cuando denunciamos la influencia política en las condenas de personas inocentes, como en el Caso Curuguaty o en el caso de Los Seis a causa de la falta de independencia del sistema judicial que está llenando las cárceles de campesinos por el solo hecho de ser pobres.
En cuanto a los candidatos y las listas para el futuro Congreso Nacional, existe una tendencia mediática, azuzada también por medios de comunicación masivos oficialistas y opositores, de acentuar el maniqueísmo político según por donde soplen los vientos que le favorecen al propietario de esos medios. Y entre los pretendientes al Sillón de López, hay de todo. En este panorama, la sociedad paraguaya se debate entre el continuismo institucional, el retroceso de la democracia o el avanzar hacia una transformación radical.
Teniendo en consideración otros países de América Latina, vemos que es posible que se den golpes de Estado sin ninguna sanción por parte de organismos internacionales que deberían velar por las democracias en forma supranacional, como en el caso de Honduras de 2009 y 2017; también es posible que estos propios organismos se ensañen contra regímenes democráticos que pretenden orientar autónomamente los destinos políticos de su pueblo, como ocurre en Venezuela, donde una oposición en alianza con corporaciones multinacionales inyecta miseria al pueblo con tal de que este abandone el apoyo al gobierno de turno. En Brasil, un poder judicial de élite no necesita de pruebas ni evidencias para condenar a un ex presidente (Lula da Silva) considerado como un gran luchador contra la desigualdad social en ese país. Estos golpes y simulacros de juicios con más contenido político que jurídico, obedecen a recetas de una derecha que se rearticula para seguir manteniendo sus privilegios.
Todavía en el plano internacional hay que resaltar, también, los atentados terroristas perpetrados en países de la región, como Ecuador, Brasil y Colombia. Esta realidad nos habla de la escalada de la violencia a nivel mundial que está tomando otras formas cada vez más recrudecidas. Algo está fallando en el sistema y los jefes de gobierno, muchos de ellos simples títeres de corporaciones más poderosas que los propios Estados, no tienen la fórmula o la voluntad necesaria para custodiar ni garantizar la seguridad de sus conciudadanos. Solo para graficar, ponemos de ejemplo lo que ocurre en Colombia, donde la persecución a líderes y lideresas que defienden derechos humanos y territoriales tomó un cariz aterrador, con el propósito de reducir a su vez la resistencia popular.
Volviendo a nuestro país, en este atípico mes en que se inicia el año, somos testigos de eventos climatológicos extremos como tempestades que resultan en inundación, desbordes de cauces hídricos, raudales mortíferos y la gran posibilidad de que después de este tiempo de lluvias arribe una tremenda sequía. El cambio climático no deja a nadie indiferente, salvo tal vez al presidente Trump, quien había manifestado hace unos años que esto solo se trata de “cuento chino”.
Profundicemos en este tema. ¿Cómo influye el cambio climático en tu comunidad?, fue la pregunta que le hicimos a Bernarda Pesoa, dirigenta de Conamuri y lideresa del Pueblo Toba Qom de Cerrito –en el departamento de Presidente Hayes. Ella contestó con una gran verdad: el cambio climático no solo impacta sobre el medio ambiente, también lo hace sobre todo lo que está en él, incluyendo a los seres humanos. “Una vez que cambia nuestro ambiente, cambiamos también nosotras las personas para adaptarnos y sobrevivir, y pasa igual con las comunidades indígenas”. Un determinado territorio está formado por los bienes naturales y los seres vivos que la habitan: “como ahora ya no hay peces, animales silvestres, miel de monte, entonces empezamos a alimentarnos diferente, consumimos comida procesada, arroz, fideo, mucho pan, ya no nuestros platos propios como locro, fariña, legumbres”. Para Bernarda, esto influye en el estado de ánimo y obliga a enfrentar realidades nuevas y diversas, como se ve con el aumento del consumo de bebidas alcohólicas y estupefacientes dentro de las comunidades indígenas, cosa que hasta hace unos años no formaba parte de la cotidianidad. Nuestra compañera sentenció: “Si el territorio está enfermo, también las personas enferman”. Recordó que en su niñez salían en bandada a buscar tuna o frutas de estación para degustar a modo de postre natural. “Todo eso se terminó con el cambio climático”, lamentó: “los niños de hoy prefieren chupetín o chicle”. Este retroceso trae consigo la aparición de enfermedades que antes no existían en las comunidades indígenas, como el cálculo vesicular: “los médicos dicen que es por la carne procesada y las frituras”.
Como bien lo señala Bernarda, la acción humana sobre la naturaleza en busca de lucro, causando deforestación y muerte del suelo y de la biodiversidad toda, incide en el comportamiento de la sociedad. Si violentamos la naturaleza, estamos violentando nuestra especie; esto se nota en el aumento de los casos de feminicidio o maltrato a las personas en situación de dependencia, como niños o ancianos, reflexiona nuestra compañera.
Es una gran verdad que la política económica pone en riesgo la vida de las mujeres: a causa de la deforestación y del grosero manoseo a los bienes naturales perpetrado por las empresas, sube la temperatura del ambiente y se tiende por hábito a empinar el codo para sofocar el calor; luego, esto exalta el lado feral de algunos hombres que arremeten contra el cuerpo de las mujeres con maltratos que van desde insultos hasta el asesinato.
Por su parte, en la comunidad Barbero (Dpto. San Pedro), Dora Caballero relata que las lluvias son muy frecuentes, perjudicando el ciclo natural de los cultivos. “Después de las lluvias hace demasiado calor y eso arruina hasta los cultivos de mandioca”, dice. Cuenta que actualmente muchos agricultores optan por el uso intensivo de insumos químicos como los plaguicidas y que eso les provoca dependencia, perdiendo así la forma de trabajo propia del campesinado paraguayo. “Antes vos cultivabas tus ‘liñas’ de poroto para autoconsumo y dejabas también para la venta; ahora le dedicás toda tu parcela a los rubros de renta y preferís comprar del supermercado lo que va a comer tu familia”. Todo se compra, nada alcanza con los precios de los resultados de la chacra. “Hay mucho consumismo en la comunidad, pero contra eso seguimos trabajando en cooperativa y en las organizaciones”, destaca, mencionando que la producción con enfoque agroecológico es necesaria para volver a la soberanía propia del campesinado productor de alimentos.
Enero es un espejo de lo que podría ser el año en términos económicos, sociales y culturales, pero en contraste la resistencia de las organizaciones campesinas e indígenas contra el modelo de producción capitalista vigente y la lucha de las mujeres que muestran determinación a denunciar y cero tolerancia a seguir callando y cubriendo machismos domésticos, hablan con claridad de que se vienen meses de mucha garra y esperanza en cuanto a la asunción de los compromisos con la transformación de la sociedad. Tenemos, solo por mencionar, el proceso de construcción de una gran herramienta que es la acción del #8M, proponente del feminismo como proyecto emancipador y humanista, y hacia allá vamos para articularnos, incluso a nivel internacional, y dar visibilidad a todo tipo de violencia que sufrimos las mujeres, colocando desde la experiencia la necesidad de decir #NiUnaMenos, y conscientes de que la única forma de instalarlo es juntándonos y avanzar.