Cambio climático, agroecología y recuperación de la cultura gastronómica

Los efectos del cambio climático se están sintiendo en toda la sociedad, también para los que trabajan la tierra. La sequía se hace cada vez más larga y justo se intensifica en periodo de siembra de todos los productos de autoconsumo: maíz, mandioca, legumbres, hortalizas. Esta situación afecta a la agricultura en pequeña escala en forma particular al tratarse de un sector históricamente excluido de las políticas públicas.

Hoy día, cada vez más personas en el campo están apostando a la producción orgánica con transición hacia la agroecología como una forma organizada de conseguir resultados más alentadores, pues con las técnicas y prácticas de la agricultura agroecológica se obtiene una producción saludable y diversificada que rinde hasta en pequeños espacios gracias al cuidado del suelo que implica la materia.

Esto también constituye un factor decisivo a la hora de frenar los impactos del cambio climático, pues en la producción agroecológica sana el suelo, se recupera la biodiversidad, se respeta el aporte de los insectos y se combaten los organismos dañinos con preparados caseros no contaminantes. Todo se armoniza y cada elemento de la naturaleza ocupa un papel fundamental en este proceso y repercute positivamente sobre la salud de las personas.

Al rescate de platos tradicionales

Las familias campesinas que se dedican a la agricultura orgánica promueven la importancia de volver a consumir y conservar alimentos hechos en casa y con sobrada evidencia acerca de sus aportes nutricionales. “Porque la agroecología es también visibilizar los saberes de las mujeres en cuanto a nutrición, su conocimiento sobre elaboración de comidas y conservación, rescate de recetas”, reflexiona Alicia Amarilla, coordinadora nacional de la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri.

Ante la pregunta de qué opciones puede mencionar sobre alimentación saludable con productos hechos en la finca familiar, Alicia no perdió oportunidad para explayarse en una infinidad de posibilidades. “Kiveve (postre de calabaza) es una merienda o cena para el tiempo de calor, ahora poca gente lo prepara, de maíz molido se pueden hacer muchas recetas: rora kyra, rora piru (especies de polenta), este con leche para el desayuno, aquel con mandioca se le lleva a los que están trabajando en la chacra como media mañana y con eso alcanzan bien sin hambre hasta el mediodía”.

Ahora que es época de cosecha de verdeo se pueden preparar diferentes tipos de tartas, tortillitas de acelga o de espinaca, hacer jugos naturales con perejil. “Me acuerdo de que antes mi abuela nos hacía aloja con miel negra, limón y perejil, mezclaba todo eso en el mortero y de ahí a la jarra con un poco de apepú, riquísimo”, recordó la referente del campesinado.

Alicia cuenta que, en su barrio, San Francisco de Repatriación (Caaguazú), tienen un comedor donde se alimentan niñas y niños del vecindario. “Hoy vamos a servir manduvi maimbe kambýre (maní tostado con leche), ahora tenemos kumanda yvyra’i (gandul o frijol de palo) que es muy nutritivo, para recuperación del suelo se usa como abono y para consumo se hace, de él, café natural”, cuenta Alicia, inspirada en su huerta, mirando cómo van tomando forma las semillas de hortalizas que cultivó con sus hijos.

Sobre la batata, se van perdiendo las especies ante el predominio de la batata rosada que es la que ofrecen los supermercados. “Hay de color morado, blanco, amarillo, amarillento, con la agroecología se recupera esa diversidad de semillas, y en vez de comprar papas fritas para la merienda de los niños se puede hacer batata frita, es más rico, más saludable y más económico”, dice.

Las prácticas agroecológicas permiten producir en espacios reducidos y urbanos también, en planteras, en botellas de plástico, “solo necesitás un poco de tierra y agua, podés tener verdeo para todo el año si te proponés, tomate, pepino, berenjena para asegurar la ensalada y las verduras del puchero”, concluye la titular de Conamuri.